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Titulo: “LA AGRESIÓN CIRCULANTE DENTRO DE UNA ESTRUCTURA FAMILIAR" - Dr. Roberto M. Goldstein

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LA AGRESIÓN CIRCULANTE DENTRO DE UNA ESTRUCTURA FAMILIAR
Dr. Roberto M. Goldstein

Introducción

Al poco tiempo de iniciar mi trabajo como psicoanalista recibí el caso de un niño de seis años a quién tomé en análisis, con más entusiasmo que saber. Este caso en el cual el tema de la agresión se presentaba como material manifiesto, me dejó con dudas en relación a mi desempeño y a lo que realmente había pasado en esos años de trabajo con el paciente y su familia. Lo que me llevó a escribir un trabajo (Estudio teórico clínico de la agresión dentro de el proceso psicoanalítico) como una buena manera de pensar y poder discutir con los colegas, pero no obstante, no dejé de pensar en él. Me faltaba comprender algo, aunque siempre nos falta comprender algo en todo lo que hacemos, pasados los años creo que comprendo algo más de lo pasado gracias a las lecturas, al intercambio con los colegas y a mi mayor experiencia clínica. Considero útil hacer algunas precisiones teóricas antes de empezar con la discusión del trabajo.

En todo tratamiento psicoanalítico, de alguna manera, se presenta el fenómeno de la agresión, que puede llegar a manifestarse tanto por su exceso como por su déficit. Esto acontece cuando en el proceso analítico prevalece: la represión, la desmentida, la escisión, o el repudio. Por lo tanto creo que sería muy importante una discusión específica sobre este fenómeno.

Generalidades y definiciones sobre la agresión

Agresión: proviene del latín adgredi: acometer, tanto en el sentido de atacar como en el de emprender (una tarea por ejemplo) y también intentar ganarse a alguien, dirigirse a alguien (Battegay R., 1981)2. En nuestra opinión es una manifestación pulsional compuesta por diferentes cantidades de dos pulsiones primarias (Eros y Tánatos), las que podrán otorgarle una determinada dirección; esta a su vez podrá ser modificada por las circunstancias, así como por la estructura psíquica que tenga el sujeto (Weissmann, J.C., 1986)8.

Agresividad: tendencia a atacar al otro o a cualquier objeto susceptible de obstaculizar una satisfacción inmediata.

La agresividad, que no es sinónimo de violencia, puede manifestarse a través de numerosos comportamientos diferentes. Los actos agresivos son aquellos que llaman generalmente más la atención en razón de su carácter espectacular y potencialmente peligroso. Van desde gestos amenazantes al asesinato, utilizan la fuerza del agresor o un mediador (arma), pueden ejercerse indirectamente (atacando objetos).

El umbral a partir del cual son considerados delitos o incluso crímenes, depende de la mayor o menor tolerancia de la sociedad. Las actitudes agresivas (miradas, mímicas, etc.) tienen un carácter muy provocador y pueden desencadenar una agresividad más activa como contrapartida. Las palabras agresivas pueden serlo abiertamente (amenazas, insultos, críticas) o de una manera más insidiosa (denigración, ironía, causticidad).
En los niños y adolescentes, muchos trastornos del comportamiento pueden tener una connotación agresiva latente: mentiras, trastornos alimentarios, fugas, malos resultados escolares, conductas marginales, etc. (Postel,Jacques, 1998)

En general existe acuerdo sobre la distinción entre agresión y agresividad. El primer término designa un acto efectivo y el segundo se refiere a una tendencia o a una disposición (Van Rillaer, J., 1977)7 .
La agresión es un fenómeno innato y adaptativo, podríamos aquí agregar que es indispensable como estructurante y discriminador del sujeto mismo, que puede estar tanto al servicio de Tánatos como de Eros; y que para que esté al servicio de este último, son necesarias, por lo menos, tres condiciones:

1. Afianzamiento de los vínculos de amor (incremento de la fusión libidinal con Eros).(Freud S. Mas allá del principio del placer, 1920)
2. El establecimiento del superyo realizado a través de las identificaciones del niño, con las más altas normas socioculturales de los padres y/o sustitutos. (Goldstein, R., 1985) .
3. Un Ideal del Yo familiar que esté más relacionado con lo trófico que con lo tanático.(Aragonés R. J.)

Pienso que una familia es un sistema donde los afectos circulan y pueden ser expresados por distintos miembros como portavoces del sentir familiar (también hay otros autores como Pichón Rivière que expresan esta idea). Lo que puede ser vivido como un alivio para otros u otro integrante de la misma, en tanto un afecto le podría resultar especialmente doloroso e incapacitante, por su dificultad de elaborarlo. Por lo tanto, que otro se haga cargo de este afecto puede ser sentido como un ahorro de energía importante. Sería como el enfoque económico del psicoanálisis (Laplanche J.,Pontalis J. B.,1972) aplicado a la circulación afectiva familiar. Estos autores dicen "El enfoque económico (del psicoanálisis) consiste en considerar las catexis en su movilidad, sus cambios de intensidad, las oposiciones que se establecen ente ellas, etc.".

Suele ser habitual en el trabajo con niños, sobre todo, la consulta por el síntoma de un hijo pero, como todos sabemos, también es habitual que cuando mejor marcha el tratamiento se corre el riesgo que el niño sea retirado del mismo.

Dado el caso que voy a presentar, y otras experiencias que he tenido, la resistencia paterna, materna o ambas es más fuerte cuando este hijo puesto en terapia vehiculiza un afecto agresivo de difícil elaboración y más cuando este afecto está teñido por un fuerte resentimiento.

Caso clínico

Presentación del caso

Recibo el llamado de una madre que me dice tener un hijo de seis años, muy preocupada por una enuresis que éste padecía, que por los indicios parecía ser primaria, o sea que nunca había cedido.

Como los padres estaban separados, y el padre se negaba a venir junto con la madre, recibo primero a la madre con su actual pareja y luego entrevisté al padre.

En el momento de la consulta se trataba de un paciente de 6 años, cuyos padres se habían separado cuando éste tenía 18 meses.

La madre basaba su preocupación por la enuresis primaria que padecía Gerardo, pero surgieron también otros datos de importancia en la confección de la historia clínica ,a saber: Que no pedía permiso para entrar en ninguna habitación o baño, aún cuando la puerta estuviera cerrada; que comía caminando; que con su hermana 5 años mayor que él, tenían grandes peleas o grandes amores, que al volver del colegio, al decir de la madre "pasa hora pateando la pelota contra la pared volviéndome loca con el ruido", etc… No obstante, podía mostrarse muy afectuoso y querible.

El actual marido de la madre, en el momento de la consulta dijo tener una buena relación con él: "cuando estamos juntos nunca tenemos ni un minuto libre; cuando no hacemos karate, hacemos lucha libre"; "consigue cualquier cosa con su vocecita" (aguda); "uno le da cualquier cosa con tal de no escuchar esa vocecita".

El padre, deseaba también entrevistarse conmigo; al hacerlo dio todo su apoyo al tratamiento de su hijo y aportó otros datos de interés: cuando dormía en su casa, "raramente se hacía pis", que él le sacó los pañales a los 3 años (se los ponían por la enuresis); "cuando está conmigo es bueno, sensible y espabilado". "En la casa según las empleadas es incontenible".
Su preocupación se apoyaba más en las consecuencias que ocasionaba la separación de los padres sobre su hijo, que en la enuresis.

Me parecía que cada uno hablaba de un Gerardo distinto, ya que según con quien estaba cambiaba su comportamiento.

Como consignamos antes, los padres de Gerardo se habían separado a los 18 meses de nacido éste. Más que una separación, fue el abandono de la madre a su marido y padre de sus hijos, para unirse al socio y mejor amigo de éste. Ella a su vez había sido abandonada, en su infancia por su padre, al que recién volvió a ver en su adultez.

Según me enteré más adelante, su padre a pesar de reconocerla legalmente, no se casa con su madre dado que ella era una muy bonita actriz de segundo plano y el miembro de una familia aristocrática que se oponía a esa boda.

La madre de Gerardo nunca abordó en el marco de una psicoterapia esa situación.

A partir del momento de la separación, el padre de Gerardo se hace cargo e éste y de su hermana, solamente, desde el punto de vista formal y legal, mostrando indiferencia afectiva.
¿Indiferencia, herida narcisista, o temor a la agresión?

Gerardo vivía con su madre, hermana, marido de la madre y un hermano de un año y medio, hijo de su madre y el actual marido. El padre también se había vuelto a casar y tenía un hijo de la edad del otro medio hermano.


Una ilustración clínica a modo de introducción

Relación entre agresión y narcisismo

Sesión del lunes (2º año de tratamiento, paciente de 8 años).
Previamente a esta sesión el padre faltó a una entrevista. Gerardo llegó antes de hora, pegando patadas en la puerta, mientras el terapeuta estaba atendiendo.

Cuando le abrió la puerta entró como tromba y fue directamente al baño a orinar.

Dijo: Perdió Boca 1 a 0
Salió del baño y gritó "¡Fútbol!"
Entró al cuarto de juegos como entran los jugadores a la cancha y nombró a Potente, Alonso y otro y le pidió al terapeuta que dijera e hiciera lo mismo con jugadores de River (y que uno de ellos fuera Alonso de River).

Ya en el consultorio, comentó que vio fotografías del portero de Boca primero sangrando y luego en una clínica…

Desplazó todo para jugar al fútbol, comenzó a jugar respetando las reglas que él dictó. Al hacer un gol corrió a abrazar al terapeuta, como se abrazan en ese caso los jugadores. Cuando empezó a perder, exigió empezar otro partido. Repitiendo transgresiones de las reglas y agrediendo al terapeuta si éste estaba en ventaja.

Le pidió al terapeuta que transmitiera el partido y que jugara al mismo tiempo.

A: Tu quieres que yo les transmita a mamá y papá lo bien que sentís que juegas para que te tengan más en cuenta.

G: No sé quién me viene a buscar ¿Papá o mamá?
(Los lunes lo venía a buscar el padre).
Siguió jugando y cada vez había más trampas.

A: Lo que tu me quieres decir es ¿Quién me va a querer? ¿Quién se va a ocupar de mi? ¿Para quién juego bien?

G: Cállate hijo de puta. "¡Basta de jugar al fútbol, BEISBOL!"

El ritmo era muy rápido, las reglas se modificaban permanentemente. Ante los señalamientos aumentaba su enfado y las agresiones (físicas y verbales).

Salió de la consulta dando un portazo, trabó la puerta impidiendo la salida del terapeuta. Parecía un "pulso". El terapeuta se sentó en su sillón a esperar.

Gerardo volvió a entrar, se sentó también y pidió jugar al ajedrez, y mientras ubicaba las piezas solicitó un vaso de agua

A: "Sabes donde está"

G: Se enfadó nuevamente, pero siguió en el armado del juego y manifestó su deseo de ganar él.

Terminó la sesión y no venían a buscarlo.

Mientras esperaban, el terapeuta escribió. Gerardo pidió una hoja donde dibujó la Pantera Rosa con una bandera de Estados Unidos y otra de Boca. Estaba tranquilo, no parecía el mismo.

Comentarios

El interés de la presentación de esta sesión está centrado en reflexionar acerca de la relación que puede haber entre la agresión y el narcisismo, tomando un material clínico adecuado para esto; sin negar que en esta sesión hay probablemente otros aspectos posibles de ser analizados.

Yendo al material anteriormente expuesto podemos observar, cómo ya antes de comenzar la sesión, el paciente reacciona agresivamente, patea furiosamente la puerta, no tolera y siente como una herida a su narcisismo que "su analista" no lo atienda, él está con otro, alguien se introduce entre los dos rompiendo la ilusión de completitud; siente una pérdida, lo expresa al entrar "¡Perdió Boca 1 a 0!", mientras corre al baño a orinar, lo que también puede ser interpretado como una descarga de furia (desplazamiento de arriba-abajo del órgano efector de la agresión, o también cambio de zona erógena).

A medida que se desarrolla la sesión, se van produciendo otros hechos, se identifica con figuras por él idealizadas (jugadores de fútbol), y siente una injuria narcisista cuando identificado con ellas no tiene el éxito deseado. Pierde el partido, entonces cuando ya no puede transgredir más las reglas que él mismo dicta, agrede de palabra y de hecho.

Tampoco puede tener conciencia ni aceptar las limitaciones del otro, exige al terapeuta que transmita el partido y juegue al mismo tiempo.

La labor del terapeuta es en este caso múltiple, y observamos la operatividad de interpretaciones, señalamientos y tomas de distancia que van rompiendo la ilusión de una dupla narcisista. El analista no entra aquí en "el pulso" (toma de distancia) se sienta en su sillón y espera, esto ayuda a Gerardo a armar un juego donde él pueda pensar y ponerse en su lugar de niño, manifestando su deseo de ganar.

De lo expresado se puede enunciar a manera de hipótesis: para que un paciente pueda salir de un estado de insuflación narcisista, no siempre bastan las interpretaciones y los señalamientos, también es necesario una cierta actitud del analista; este debe poder guardar su lugar y por lo tanto cuidar el encuadre. En este caso no entrar en "el pulso", sentarse, esperarlo, no contestar a la agresión, escribir al terminar la sesión mientras espera que vengan a buscar al paciente. El analista puede ser tomado también como una figura de identificación estructurante; quizá acá podemos pensar que fue así, mientras esperan y el analista escribe, Gerardo también lo hace; dibuja tranquilo un motivo coherente que se constituye en una manera de expresarse.

Historia del tratamiento

Se decidió que sería adecuada una psicoterapia individual, con una frecuencia de 4 veces por semana, pero dada la distancia entre mi consultorio y la casa de Gerardo, acordamos hacer 3 sesiones semanales. Los padres estaban de acuerdo que yo fuera el terapeuta, acuerdo difícil de lograr en padres separados y con las características descriptas.

Gerardo iba a un colegio inglés de doble escolaridad, de disciplina muy estricta, hecho que le inspiraba mucho temor, pero aún así no lo quería abandonar pese a las sugerencias familiares en ese sentido. Agregaremos que aunque los castigos no fueran corporales, las penitencias podían llegar a ser humillantes; por ejemplo quedarse a barrer el piso del aula después de clase. Pero seguramente le daría la contención que no sentía en su familia.

Las sesiones tenían lugar después del horario del colegio; entraba al consultorio como una tromba y, de acuerdo con mis hipótesis, transfería a las sesiones toda la agresión contenida en el colegio, transformándolas en campo de batalla. El continuo análisis de estas circunstancias permitió establecer un vínculo transferencial muy estrecho conmigo, y por ende desarrollar una adecuada alianza terapéutica.

Este clima se vivió durante los primeros tiempos de terapia; una actividad lúdica que solía repetir constantemente consistía en "jugar a los indios". Yo era un prisionero blanco y él danzaba a mí alrededor; yo tenía que pedir piedad a gritos, a pesar de lo cuál me mataba. Evidenciando un fuerte goce en este hecho. Hoy pienso que podría identificarse inconscientemente con ese abuelo que se preocupó por él mismo y no había tenido piedad por su abuela y su madre (De Mijolla Alain, Los visitantes del yo), o con su propia madre quien había abandonado a su padre también sin ningún tipo de piedad de la noche a la mañana.

Luego se hizo habitual jugar al fútbol reiteradamente, y a pesar de mis interpretaciones y señalamientos al respecto el juego se estereotipó por largo tiempo.

Llegaba a "jugar al fútbol" compulsivamente; en la puerta del consultorio gritaba "¡fútbol!". El era Boca y yo River, y River tenía que perder siempre; las reglas eran implícitas; cada vez que yo las explicitaba, estallaba en ataques de furia; me insultaba y trataba de agredirme físicamente, fuera de todo control. De esta situación no podíamos salir, era igual sesión tras sesión; salvo excepciones. Me gritaba insistentemente "hijo de puta", yo me quedaba paralizado sin poder interpretarle o preguntarle: ¿quién era el hijo de puta?

Dadas las características violentas en que el análisis transcurría se podría haber pensado en un curso negativo del tratamiento analítico, sin embargo no sólo había cedido la enuresis (al año de tratamiento), sino que también se habían producido modificaciones alentadoras en el control de su impulsividad. Había mejorado la relación con sus hermanos y comenzado a tener cierto éxito en la práctica de deportes, en los que en un principio fracasaba por su dispersión, impulsividad e inadaptación.

Lo que no variaba era que a la vuelta de las vacaciones, me encontrase a Gerardo con algún síntoma (tics, algún episodio de enuresis, notoria ganancia de peso.) y con muchos deseos de retomar la terapia.

Después de 3 años de tratamiento, y en función de haber caído otra vez en situaciones estereotipadas, decidimos incluir al padre en sesiones vinculares con el paciente: hacíamos dos individuales y una vincular padre-hijo durante 2 años. Se produjeron cambios significativos tanto en la conducta como en la estructura psíquica de Gerardo. Aumentó su capacidad para pensar, lo que indicaba una mayor estructuración yoica, y se produjo un vuelco positivo en las sesiones individuales, las que fueron enriquecidas con la introducción de otros juegos aparte del fútbol que era habitual.

Dada la buena evolución del tratamiento y la presión de la madre por terminar, de común acuerdo con la familia y el paciente, decidimos finalizar esta etapa del proceso analítico de Gerardo.

Un año después, fui consultado por la madre y su marido a instancias de Gerardo, por el motivo del ingreso del mismo en la secundaria. La madre deseaba cambiarlo de colegio a uno de mayor prestigio social, más caro todavía que el actual, su marido no solo aprobaba, sino que era él quien ya había conseguido una vacante, lo que era muy difícil en ese colegio.
Me informaron que habían tenido un año muy malo debido a que el esposo actual de la madre había sufrido un infarto (tenía menos de 50 años) y Gerardo una hepatitis. Relacionaban el infarto con un problema económico, que, me aclararon, no había dañado su nivel de vida en lo más mínimo. Me entrevisté con Gerardo. Este se mostraba muy tranquilo y deseoso de hablar conmigo, pudo exponer con claridad sus puntos de vista con respecto a qué colegio quería ir, oponiéndose a los deseos de su madre.

Las últimas noticias que tuve de él fueron que era muy buen estudiante y un excelente rugbyer, y que había llegado a ser capitán de su equipo.

De su madre que se había separado de su pareja, y que le iba muy bien económicamente.


Comentarios sobre el caso clínico

Podemos ver en este caso un monto de agresión circulante entre el sujeto y su entrono familiar, sin canalizar o bien canalizado destructivamente.

En el paciente esta agresión halo-dirigida se manifestó como segundaria a la separación de sus padres (enuresis, falta de límites en sus afectos, conductas hiperquinéticas, etc…).

Al comienzo del proceso analítico comprendimos que la separación de sus padres se produjo de una manera violenta y agresiva (abandono abrupto de la madre a su marido por su socio y mejor amigo de este). La familia estaba sumergida en un ambiente de agresión y violencia latente, canalizada por Gerardo. Cuando finalizó la terapia, el paciente había desarrollado una mayor capacidad de simbolización y podía derivar convenientemente su agresión .

¿Cómo llegó, de un estado de falta de diques de contención y orientación de su agresión, a una posterior contención y orientación de la misma? ¿Qué pasó con su terapia?

El colegio y la consulta analítica operaron como diques de contención y ámbito de descarga de la agresión, respectivamente; se consiguió dirigir la misma para que no fuera auto ni halo-destructiva, utilizando para ello interpretaciones, señalamientos y puesta explícita de límites.

El establecimiento de una transferencia positiva con el analista permitió establecer vínculos afectivos que estaban imposibilitados. Mediante entrevistas de orientación con su familia, se ayudó a ésta a acercarse comprensivamente a Gerardo. Estas situaciones fueron muy importante, pero no suficientes para la resolución de sus problemas, ya que aunque se llegó a un incremento de la fusión pulsional, faltaba algo, que se logró con la introducción de sesiones vinculares padre-hijo que, a la vez que mejoraron las relaciones entre ambos, ayudaron a que el padre comenzara a funcionar como objeto de identificación estructurante.

Durante el proceso analítico se trabajó interpretando el vínculo padre-hijo, haciendo consciente la agresión que lo inundaba, tornando difíciles los procesos de identificación en el mismo. Al dejar el padre a su hijo fuera del conflicto que mantenía con su ex-pareja y con su "amigo", pudo acercarse a Gerardo, y no sólo darle su cuota de afecto paternal, sino también servirle de objeto de identificación estructurante, en este caso, para la contención y una utilización adecuada de la agresión.

A pesar de los progresos que se iban logrando se presentó una situación vincular que es importante consignar.

Un año antes de la finalización del tratamiento, la madre de Gerardo, a posteriori de la vacaciones, entra descontrolada a mi consulta junto a su hijo, exigiendo con un enfado que yo no había visto en ella hasta entonces, la reducción del número de sesiones, aduciendo factores económicos y la gran distancia entre el hogar del paciente y mi consulta. Este planteo a su vez era apoyado por Gerardo pero no por el padre, quién se mantenía en una actitud neutral, quizá debido a que conservaba la sesión vincular.
Pero hoy pienso dado un comentario que en una entrevista él me hizo, hasta que punto no tenía miedo. "Yo se que mi ex y su marido a usted le caerán simpáticos y educados, pero ella puede ser terriblemente agresiva y él si es necesario apelar a la violencia para conseguir un negocio, no lo duda".

La situación me resultaba poco clara, ya que la familia no tenía problemas económicos reales y por otra parte eran varias las personas de la misma, las que se alternaban en la tarea de traer a Gerardo a sesión. Por otro lado, dada la buena evolución del tratamiento, resultaba incoherente cambiar el ritmo de sesiones del proceso analítico en curso.

Las hipótesis que se consideraron, para comprender esta situación y tomar una decisión, fueron en parte correctas pero insuficientes. Por lo tanto pienso ahora que fue inadecuada la decisión adoptada: reducir una sesión de acuerdo al inamovible planteo materno. Pensé a modo de interpretación, que a medida que Gerardo avanzaba en la terapia y se acercaba al .padre, ocurría una suerte de alejamiento de la madre, en la que se producía un impacto celo típico, Y en Gerardo, un conflicto de fidelidad intenso.

Presumiblemente, ella sentía que el hijo se le escapaba de las manos, y Gerardo a su vez sentía que traicionaba a su madre. Pienso ahora tomando el concepto "Vínculo Narcisista" de R. Jorge Aragonés, que lo que no toleraba la madre es que Gerardo pase de objetivarse y fusionarse a subjetivarse y diferenciarse, dejándola con su conflictiva no elaborada, como desarrollaré más adelante.

Pensamos con Gerardo, que en él había un temor a desbalancear el vínculo padre-madre y que esto era sentido por él como algo catastrófico, pudiendo llegar a ser abandonado por la madre como castigo, y por lo tanto decidí que sería prudente aplacar a la madre reduciendo el número de sesiones (aplacamiento del perseguidor).

Esto llevó a una disminución de la frecuencia y la profundidad del tratamiento, pero aseguró por lo menos su continuidad. Entonces acordamos que de allí en más, Gerardo iba a tener una sesión individual y una sesión vincular con el padre.
Por otro lado, es importante señalar los cambios producidos tanto en el vínculo del padre con Gerardo, como en la actitud del padre hacia su otra hija: el vínculo padre-hijo se tornó más estrecho y afectivo, pudieron ambos abordar el dolor que les producía vivir separados, y elaborar la tristeza y el odio despertado por esta situación.

El padre fue cambiando, la actitud de agresión por omisión que tenía hacia sus hijos, ocupándose más de ellos, su odio y resentimiento tenía que elaborarlo específicamente en relación con su ex-pareja y ex-socio y amigo por quienes se sentía traicionado. Esto sacaba a sus hijos del "campo de batalla". Por lo tanto Gerardo dejó de ser para él, el emergente sintomático de una situación familiar y pudo ocupar otro lugar, orientando tanto su agresión como su amor de acuerdo a su propio sentir.

Considerando la peculiar transferencia que la madre había desarrollado conmigo, yo pasaba a ser "el que le arrancaba a su hijo", fue comprensible que al tiempo volviera a perturbar la terapia de Gerardo, llegando al punto de insistir en la terminación de la misma, aduciendo los mismos argumentos que para la disminución de las sesiones, y el hecho que Gerardo estaba ya "bien". Ya no se podía discutir, y Gerardo realmente tenía un mejor manejo de si mismo, así que dimos por finalizada la terapia.

Esta situación pude comprenderla en las entrevistas mantenidas un año después de la finalización de la terapia. Resultó evidente que Gerardo no se hacía más cargo de la agresión circulante en el ámbito familiar y el padre de Gerardo dejaba de actuar como el resentido que abandona a sus hijos haciéndolos pagar por algo que ellos, sus hijos, no habían causado.

Pero lo que no tuve en cuenta era el beneficio económico que dejaba de tener para su madre, ya que esta se encontraba con su propia agresión, provocada por el fuerte resentimiento no elaborado, debido al abandono y desprecio por ella sufrido, por la actitud de su padre.

De acuerdo con L. Kancyper (Resentimiento y Remordimiento): "La palabra resentimiento se define como el amargo y enraizado recuerdo de una injuria particular de la cual desea uno satisfacerse" y agrega "A partir del resentimiento surge la venganza, mediante una acción reiterada, torturante, compulsivamente repetitiva en la fantasía y/o en su pasaje al acto".

Por lo tanto, la agresión quedaba circunscripta a la pareja madre-padrastro los que ya habían tenido conflictos durante la última parte de la terapia de Gerardo. Junto al resentimiento cuyo componente de odio, la madre ahora no podía vehiculizar a través de su hijo, podemos pensar que habría un sentimiento de culpa latente en ellos dado el origen de esta pareja, que se formó sobre el "cadáver" de otra. Estos conflictos desembocan, muy probablemente, en el infarto del padrastro, circunstancia que operó uniendo fuertemente a la pareja frente a la adversidad, dejando sus desavenencias momentáneamente relegadas.

Podemos pensar que frente a una situación de esta índole, en la cual la agresión estaba circulando fluidamente en el entorno familiar, se debe estar muy atento frente a los cambios producidos por la terapia, sobre todo, si es como en este caso, el de un niño que oficiaba de emergente sintomático canalizador de la agresión familiar. Si no se comprende tal situación, y se toman las medidas técnicas adecuadas, las consecuencias pueden llegar a ser nefastas e irremediables. ¿Por qué decimos irremediables? Porque la agresión, asociada al odio y el resentimiento, facilita el camino de Tánatos, y puede ser capaz de altos rendimientos destructivos como en este caso (infarto en un hombre de menos de 50 años). No olvidemos lo que dijo el padrastro en la primera entrevista "cuando no hacemos kárate, hacemos lucha libre", En el también debería haber un monto de agresión latente, ya que hay otras maneras dar afecto y jugar con un niño.

Por lo tanto dado mi sentimiento en ese momento y certeza actualmente, de que había destapado la caja de los truenos, como el aprendiz de hechicero, pero sin tener en cuenta las consecuencias, pienso que mi labor debía haber sido más amplia. El hecho que Gerardo se acercara al padre no era suficiente, incluso era peligroso, y lo fue. Mejoró el paciente pero el coste familiar fue alto.

Me pregunto hoy, y me respondo, que si la dupla madre hijo hubiera sido abordada, quizá la agresión y el resentimiento elaborados no operarían de forma tan destructiva a nivel familiar.
¿Por qué no lo hice? Como dije al comenzar este trabajo sabia todavía menos que hoy, tenía otro marco teórico, y no pude manejar mi contra-transferencia, identificándome con la pareja madre-padrastro que no deseaban tocar el tema de su unión( "nos dimos cuenta que nos queríamos. ¿Por qué teníamos que seguir negándolo?) y con la madre y su terror a tratar el resentimiento con su padre.

Pero también se puede pensar que ayudando a salir al paciente de un vínculo lesivo para él y manejar adecuadamente sus afectos nuestra tarea está cumplida, y no podemos arrogarnos en la omnipotencia de que como analistas lo podemos todo.


BIBLIOGRAFÍA


ARAGONES, Raúl J.: El Ideal del Yo tanático. Panel del XIV Congreso Interno y XXIV Symposium sobre "La agresión". A.P.A. Buenos Aires, 1985.

ARAGONÉS Raúl Jorge: El narcisismo como matriz dela teoría. Editorial Nueva Visión , Buenos Aires 1999.

BATTEGAY, Raymond: La agresión, es un medio de comunicación? Editorial Herder, Barcelona, 1981.

DE MIJOLLA, Alain: Los visitantes del yo. Fantasmas de Identificación. Tecnipublicaciones, S.A., Madrid 1986.

FREUD, Sigmund: Más allá del principio del placer. Amorrortu Editores. Tomo XVIII. Buenos Aires 1990.

GOLDSTEIN, Roberto M.: Acerca de la agresión. Trabajo presentado en la Asociación
Psicoanalítica Argentina, Septiembre 1985.

GOLDSTEIN, Roberto M.:Estudio teórico-clínico de la agresión dentro del campo psicoanalítico. Trabajo presentado en la Asociación Psicoanalítica Argentina, Octubre 1986.

KANCYPER, Luis: Resentimiento y Remordimiento. Estudio Psicoanalítico. Editorial Paidós. Buenos Aires 1991.

LAPANCHE J. Y PONTALIS J. B.: Diccionario de Psicoanálisis. Editorial Labor, Barcelona, 1971.

POSTEL, Jacques: Dictionnaire de Psychiatrie et de psychopathologie clinique. Editorial Larousse. Paris 1998

VAN RILLAER, Jaques: La agresividad humana. Editorial Herder, Barcelona, 1971.

WEISSMANN, Juan Carlos: Psicoanálisis: agresión en la clínica y en la cultura. Trabajo presentado en la Asociación Psicoanalítica Argentina, Agosto 1986.

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