LIBROS, ARTÍCULOS Y CONFERENCIAS ASOCIACIÓN EUROPEA DE HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS
volve
JORADAS
FREUD. LA VIGECIA DEL PESAMIETO
FREUDIAO A LOS 150 AÑOS DE SU
ACIMIETO
ORGAIZA: ISTITUTO FRACÉS/ ASOCIACIÓ ESPAÑOLA
DE HISTORIA DEL PSICOAÁLISIS.
( Barcelona, 19, 20 y 21 DE OCTUBRE DE 2006).
LA VIGECIA DEL PESAMIETO FREUDIAO E LA
CLÍICA.
Eduardo Braier
Mesa redonda con la participación de Eduardo Braier (Gradiva), Rosa
Beltrán (IEPB) y Joseph Knobel (ECP"A). Moderador: Albert
Chamorro (IEPB). 21-10-06, 12 hs.
LA VIGECIA DEL PESAMIETO FREUDIAO E LA
CLÍICA.
Eduardo Braier
No creo exagerado opinar que la obra de Sigmund Freud es la de un investigador
genial, que ha sido capaz de desvelar el significado de los sueños y las leyes del
funcionamiento del inconsciente, entre otros grandes descubrimientos.
En pleno siglo XXI, más de cien años después del nacimiento del psicoanálisis y con
motivo del sesquicentenario del natalicio de Freud, cabe intentar nuevamente una
reevaluación acerca de la vigencia de su pensamiento. En este caso hemos de hacerlo
con expresa relación a la clínica psicoanalítica.
Los conceptos de interés clínico que nos proporciona Freud se refieren a las
estructuras psicopatológicas y a la teoría de la cura (de la técnica). Por razones de
tiempo me voy a circunscribir preferentemente a un esbozo sólo de los primeros.
Por otro lado, reconocido el -como suelo calificarlo- formidable potencial teórico que
contienen estos modelos freudianos, se trata no sólo de valorar su vigencia sino también
de apreciar los fecundos desarrollos producidos a partir de éstos, a cargo de diversos
autores posfreudianos, desarrollos que son la feliz consecuencia de, como gusta decir J.
Laplanche, poner a trabajar los textos de Freud.
Como todos sabemos, el método psicoanalítico fue pergeñado por su creador para tratar
las psiconeurosis y ciertas anomalías del carácter (vinculadas con esa mismas
neurosis). La práctica psicoanalítica ha venido demostrando fehacientemente la validez
de la inmensa mayoría de los modelos freudianos correspondientes a estas patologías,
hipótesis explicativas a las que continuamos recurriendo, que forman parte del núcleo
duro del edificio teórico psicoanalítico pero que, al ser más conocidas y empleadas, no
revisaremos hoy, como es el caso de las dos tópicas, el modelo del conflicto psíquico
inconsciente, el de las representaciones y los afectos, la represión/ retorno de lo
reprimido y, por supuesto, los complejos de Edipo y de castración.
Pero hete aquí que dentro de lo que ha sido dado en llamar la patología contemporánea
los analistas nos fuimos encontrando mayoritariamente con afecciones no neuróticas.
Como señala Green, durante el proceso analítico estos pacientes no desarrollan una
neurosis de transferencia (referente importante y resorte esencial en la cura analítica
para muchos) con relación a la figura del analista.
Esto no significa que las psiconeurosis hayan desaparecido. Si nos fuéramos al otro
extremo, el de ignorar la existencia de estas últimas, ya no se trataría sólo del riesgo que
supone borrar una entidad nosológica, sino que además con una tal actitud se
desatenderían aquellos elementos y mecanismos psíquicos que han venido
constituyendo los cimientos de la teoría psicoanalítica.
Pero lo cierto es que, como acostumbro repetir, estamos viviendo más los tiempos de
Narciso que de Edipo. Afrontamos entonces el desafío de abordar afecciones que
remiten esencialmente a estadios primitivos del narcisismo; además de las psicosis,
importan mucho los trastornos narcisistas no psicóticos, de los que los estados
fronterizos constituyen un verdadero paradigma. (También encontramos entre estos
cuadros el importante grupo de las adicciones, distintos trastornos narcisistas de la
personalidad, la anorexia-bulimia, la patología psicosomática, etc.).
Estas "patologías actuales" han demandado, como dice Green, una renovación del
compromiso teórico y clínico del psicoanálisis con las mismas.
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Entretanto, qué ha venido sucediendo con los aportes de Freud en relación con la
clínica psicoanalítica actual? Quizá durante un tiempo se habría notado una cierta
carencia en el cuerpo teórico freudiano (¿Real?, ¿sólo aparente?. En seguida hablaremos
de ello). El mismo, más centrado en la patología neurótica, resultaría insuficiente para
explicar la psicogénesis y los distintos mecanismos psicopatológicos subyacentes a
estas patologías narcisistas. Otras corrientes psicoanalíticas, y muy en especial la
escuela inglesa, venían explorando desde sus etapas inaugurales el psiquismo temprano
y los analistas disponíamos de sus valiosas contribuciones. A todo esto, sin embargo, el
retorno a Freud, impulsado desde París por J. Lacan, significó un empuje decisivo en
la profundización de los núcleos teóricos freudianos, a raíz de lo cual, además del
movimiento iniciado por el propio Lacan y su original línea de pensamiento (con el
desarrollo y extensión alcanzados y que todos conocemos), en los últimos treinta o
treinta y cinco años hemos asistido al surgimiento de una vasta producción de diversos
autores en torno a la patología narcisista, de ostensible raigambre freudiana. (Con el
referente insoslayable de Introducción del narcisismo, obra clave que sigue dando de
sí).
Se trata, pues, de continuar aprovechando las propuestas del descubridor del
inconsciente, tanto por fundantes como por fundamentales, las que operan en nosotros,
psicoanalistas, como dice B. Rosenberg, cual una especie de filogénesis en relación a
la ontogénesis de nuestro pensamiento metapsicológico.
Entre los aportes que han sedimentado que he integrado en mi propio esquema
referencial- y que me veré obligado a exponer de un modo inevitablemente esquemático
por obvias razones de tiempo, figuran los siguientes:
. El reconocimiento de la existencia de una estructura narcisista en todo sujeto (incluso
en el neurótico), con sus propias modalidades de funcionamiento (que pronto
enunciaremos), distintas de la estructura edípica o neurótica, con la que coexiste,
predominando una u otra, lo que dará lugar a las diferentes patologías (neurótica,
perversa, narcisista no psicótica o psicótica). De este modo, si como dice Marucco, nos
preguntáramos acerca de nuestro paciente: Es Narciso o es Edipo?, la respuesta sería:
Es Edipo... y es Narciso. Claro que en proporciones variadas.
Esto significa que cabe incluir el análisis de la estructura narcisista durante la cura
analítica, aún cuando se trate de una psiconeurosis, lo cual supone una transformación
y una ampliación sustanciales en el desarrollo de todo proceso psicoanalítico.
.En el seno de esta estructura narcisista y a fines de tornar inteligible la patología del
narcisismo primitivo, cobran especial importancia:
A) Los trastornos relacionados con la identificación primaria. Comprenden: la
patología de la intrusión y la patología del desamparo.
A.1) La patología de la intrusión, como le llama Green, vinculada a la madre fálica,
que cursa con la persistencia del sistema narcisista madre-niño y la consiguiente fusión
e indiferenciación. Se basa en el narcisismo parental del que habla Freud en
Introducción del narcisismo. El niño mítico funciona como el falo de la madre. (En esto
ha insistido Lacan; recordemos además el equivalente simbólico niño-pene en Freud).
Asimismo, en este punto cabe tener en cuenta los aportes de Leclaire en Matan a un
niño: el hijo no renuncia fácilmente a este niño maravilloso del narcisismo primario, al
que se debe matar, decía Leclaire, y necesita desmentir la ruptura de esta ilusión
narcisista y evitar el consiguiente sentimiento de desamparo. (Elocuente metáfora la de
Leclaire, aunque no suene muy agradable a nuestros oídos; propongo alguna otra, como
por ejemplo, se me ocurre: "destronar a Su Majestad el Niño").
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La patología de la intrusión corresponde a ciertos caracteres narcisistas, ciertas fobias
y elecciones homosexuales de objeto.
A.2) La patología del desamparo, que lo es de déficit (por deficiente libidinización del
infans), de endeblez de la matriz identificatoria del sujeto, con graves trastornos no
sólo en la identidad sino también en la autoestima. Se observa en algunos drogadictos,
borderlines, depresiones narcisistas esenciales; melancolía; manía; ciertos trastornos
narcisistas de la personalidad; patología psicosomática; problemáticas en torno a la
denominada clínica del vacío, esquizofrenia, etcétera).
B) El trauma psíquico precoz y su repetición. Freud habló de ello en varias ocasiones,
pero los textos fundamentales son, a mi entender, Más allá del principio del placer y
Moisés y la religión monoteísta.
No en vano la teoría traumática freudiana ha sido en los últimos años reivindicada y
catapultada en el seno de numerosos encuentros psicoanalíticos. Es que, paulatinamente,
hemos ido comprendiendo mejor la incidencia de los traumas tempranos en el
psiquismo. Una situación traumática, que por definición consiste en una herida
narcisista y que no podrá ser recordada, dado que remite a estadios anteriores al
advenimiento de la palabra, será en cambio repetida.
Se trata de una repetición que está más allá del principio del placer. Esto es, tienden a
repetirse situaciones no necesariamente placenteras y aún displacenteras. Es este uno de
los puntos de la teoría para retrabajar y así se ha venido haciendo- la pulsión de
muerte según Freud, enunciada ya en el giro de 1920 que significó la publicación de
Más allá del principio del placer.
Me interesa además remarcar que la repetición es no sólo éllica sino tripartita, vale
decir: es toda la estructura psíquica (ello, yo y superyó) la que repite, por lo que el
sujeto, tal como Freud lo señala en Moisés y la religión monoteísta, ante la amenaza de
revivir dolorosamente el trauma temprano reactivado por situaciones actuales, pone en
juego defensas yoicas, destinadas a que no recuerde ni repita dicho trauma; defensas
entre las cuales sobresalen la desmentida y la evitación. A ellas sumaría yo otras
defensas arcaicas que pueden encubrir el trauma precoz, como la transformación en lo
contrario (el pasar de sujeto pasivo a activo, por ejemplo) y la identificación con el
agresor (incluida por Anna Freud en 1936 entre los mecanismos de defensa más
primitivos; a ella se debe además la denominación y la descripción de este mecanismo).
Estas dos últimas defensas, aunque sin tales denominaciones, estarían subsumidas
-según mi lectura de Freud- en la explicación de las reacciones que experimenta el niño
del carretel en Más allá del principio del placer.
He observado con llamativa frecuencia una conducta repetida de este tipo en pacientes
de cierta gravedad que han sufrido en su infancia carencias afectivas importantes y
situaciones de abandono, maltratos físicos o emocionales diversos. Estas personas, las
más necesitadas de ayuda terapéutica - de hecho así suelen expresarlo abiertamente ellos
mismos-, pueden, o aferrarse con desesperación a la ayuda que se les ofrece o, por el
contrario, y esto es lo que quiero aquí destacar, ser también las primeras en abandonar
el tratamiento, vale decir, en abandonarnos, en una actitud, dicho sea de paso, esencial
y visiblemente autodestructiva. (Transformación en lo contrario ante el temor de ser
abandonadas).
Del trauma precoz a la fijación al trauma y de ésta a la compulsión de repetición en su
vertiente definidamente tanática (más allá del principio del placer; repetición de
situaciones traumáticas dolorosas, humillantes, injuriosas y/o de abandono filicida ): he
aquí un circuito de la destructividad; propia seguro, y a veces también ejercida sobre
otros, debido a la acción simultánea de los ya citados mecanismos primitivos (acting
out maníaco o psicopático, por ejemplo).
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En las fronteras de la psicopatología y de la analizabilidad, el campo de lo
irrepresentable (o sólo parcialmente representable) constituye, sin duda, un verdadero
desafío para el psicoanálisis.
A todo esto, el modelo Deseo/ Defensa que caracteriza a las psiconeurosis es en los
trastornos narcisistas sustituido, por así decir, por el de Trauma/Defensa, en el que el
trauma ocupa el lugar del deseo y las defensas son más primitivas (prerrepresivas). En
Moisés y la religión monoteísta, una de las ultimas obras del creador del psicoanálisis,
éste expone como un modelo de estructura el configurado por la situación traumática y
las consecuentes defensas del yo, capaces de dar incluso lugar a la producción de
determinados rasgos de carácter en el sujeto.
Hoy cabe hablar de una patología centrada en la fijación al trauma temprano, en
personas cuyo psiquismo parece estar capturado por situaciones traumáticas (que
remiten al narcisismo primitivo) antes que por la problemática del deseo, más propia de
las psiconeurosis. Pero...todo lo que estamos diciendo está en la obra de Freud...! Y este
concepto me parece digno de destacar, acorde con la noción de un aparato psíquico
motorizado por el trauma antes que por el deseo, tal como lo proponen César y Sara
Botella en sus textos y que también yo he planteado en un artículo publicado hace pocos
años. He aquí un asunto de gran interés metapsicológico y altamente polémico cuya
consideración nos llevaría demasiado lejos, por lo que no será posible seguir en esta
dirección. Pasaré, pues, a otros puntos.
C) Las angustias predominantes en estos cuadros serían más bien angustias de
intrusión, vacío o aniquilación, antes que de castración. (Aunque está la posibilidad de
resignificación a posteriori).
D) Ya que recién hablábamos de la desmentida o renegación, hemos de culminar esta
reseña del desarrollo del pensamiento freudiano -siempre abiertos a la posibilidad de
nuevos desarrollos, en la fascinante aventura psicoanalítica de hacer camino con Freudrefiriéndonos
a la escisión del yo. Como recordarán, en Fetichismo Freud nos habla de
una escisión del yo, precisamente como producto de la desmentida (de la castración). A
consecuencia de dicha escisión, señalará Freud, coexistirán en el fetichista: una parte del
yo que reconoce la castración (la amenaza de castración, para ser más exactos) y otra
que la desmiente o reniega de ella. Pero lo que en 1927 parecía ser patrimonio del
fetichismo o cuanto más del conjunto de las perversiones (esta fue la línea escogida por
Lacan, por ejemplo), años más tarde, en La escisión del yo en el proceso defensivo y en
particular en el capítulo VIII de Esquema del psicoanálisis, Freud alude a la
universalidad de la escisión del yo. De este modo dejó sentadas las bases para
considerar el modelo como una tercera tópica. La escisión del yo (Spaltung. Freud,
1927; 1940 [1938]; 1940 a[1938]) es, en efecto, concebida desde hace ya tiempo por
algunos autoresen especial argentinos, tales como Marucco, Raggio, Rubén Zukerfeld
y Raquel Z. de Zukerfeld- como una tercera tópica, en la que tal escisión es propia de la
constitución del yo y deviene de la temprana renegación que acompaña al narcisismo
primario, que Freud describe en Lo ominoso (1919). La escisión -representada
tópicamente con una barra vertical en el gráfico siguiente (ver más abajo en el texto)-
[TRASPARECIA]
no se vería, reitero, limitada a perversos, tampoco a psicóticos, siendo en cambio su
presencia generalizada, vale decir que se daría también en los neuróticos y los llamados
seres normales.
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Marucco y Zukerfeld han ahondado en la descripción de los mecanismos que rigen los
dos sectores en los que estaría dividido el yo y la personalidad toda: la estructura
edípica y la estrucutura narcisista. En el gráfico reproduzco algunos de los conceptos
tratados por ellos.
Del conflicto entre instancias se pasa aquí a un conflicto intrasistémico, intrayoico. En
cada una de las partes en que está escindido el Yo reconocemos además modos
característicos del Superyó y del Ideal del yo.
La escisión explica la coexistencia en cada sujeto de una corriente que es asiento del yo
real definitivo y del ideal del yo, que reconoce la castración, lo cual supone Edipo y
represión (estructura edípica; inconsciente reprimido), y de otra, contradictoria con la
anterior, constituida por el yo-placer y el yo ideal, que desmiente la castración, sostiene
a Narciso (estructura narcisista; inconsciente escindido) y es autónoma de la del Edipo.
Marucco postula que en la primera se inscribe el retorno de lo reprimido a través de las
representaciones verbales; en cambio el fetiche, el doble y el sentimiento de lo siniestro
responden a la segunda, terreno del narcisismo primario, de lo desmentido y de historias
traumáticas que se repiten sin palabras (lo no representable).
Sigamos intentando caracterizar ambas partes de este yo-identificación escindido por la
desmentida. En la citada en primer término rigen el principio de realidad y el proceso
secundario, la categoría del tener, la libido de objeto, la identificación secundaria; se
puede simbolizar la castración, y la angustia de castración puede derivar en la
producción de síntomas neuróticos. En la segunda, por el contrario, reinan el principio
del placer y el proceso primario, la categoría del ser, la libido narcisista y la
identificación primaria; se reniega del reconocimiento de la falta de pene en la mujer, de
la realidad, y el resultado prototípico desde la teorización freudiana es la fabricación del
fetiche. No se acepta la ausencia, la incompletud. Se mantiene la ilusión narcisista de la
completud y se reniega de la muerte.
El modelo de la tercera tópica implica la delimitación de un campo de lo representable
y otro de lo no representado; de un inconsciente reprimido y un inconsciente escindido.
En definitiva, supone la coexistencia de dos estructuras diferentes. Concibe una escisión
originaria y universal, a la cual se podrá recurrir a lo largo de la existencia y ante
cualquier emergencia.
Rubén Zukerfeld destaca el potencial heurístico a que aspira esta tercera tópica, nacida
de las necesidades clínicas actuales y del propio desarrollo interno del psicoanálisis, el
que conduce a nuevos interrogantes y a una reformulación metapsicológica de los
modelos teóricos para que ellos no resulten obsoletos. No obstante, su inspiración es,
como podemos ver, netamente freudiana, de principio a fin; los conceptos que aquí se
incluyen constan de una larga historia en la obra de Freud.
[RETIRAR TRASPARECIA]
Cabe pensar, con Freud y los continuadores de la metapsicología freudiana, que los
trastornos narcisistas, que se hallan "más allá del principio del placer", de la
psiconeurosis y de la representación, afortunadamente, no están más allá del
psicoanálisis.
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TERCERA TÓPICA
. Marucco (1978); E. Raggio (1989) ; R. Zukerfeld (1992).
ESCISIÓ DEL YO
Ideal del yo Yo ideal
Yo real definitivo Yo placer
Represión Desmentida
Retorno de lo repri- Retorno de lo desmenmido
tido
Síntomas neuróticos Fetiche. Doble. Lo siniestro
Principio de realidad Principio del placer
Proceso secundario Proceso primario
Tener Ser
Libido objetal Libido narcisista
Identificación Identificación
secundaria primaria
ESTRUCTURA ESTRUCTURA
EDÍPICA ARCISISTA
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